Soy la voz que germina en la entraña del suelo,
grito herido de siglos, de sombra y labranza,
la ceniza que asciende buscando consuelo,
y el rocío que riega la eterna esperanza.
Soy raíz que no muere, que abraza y que sangra,
savia roja que lucha en la flor de su pueblo,
el clamor de los campos, la luz que se encangra
en la fe de los días y el yugo resuelto.
Mi palabra es el surco que espera el gran grano,
es la mano curtida que no se detiene,
el relámpago seco del tiempo cercano,
la verdad que en el pecho del hombre mantiene.
Soy el eco que habita la voz de mi gente,
poema infinito que es siempre presente.