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ElidethAbreu

Y de pronto llega el Día.

 
 
Y de pronto un día deja
de doler el corazón,
mas se instala la aflicción
en la estructura añeja.
La rodilla se queja,
la espalda pide clemencia,
y con mucha frecuencia
las articulaciones crujen.
Los años nos empujen
a una nueva queja vieja.
 
 
Y en ese día que deja
de doler el corazón,
pero empieza la razón
a doler en lo que ceja.
La congoja  se refleja
en la osamenta, las acciones,
las múltiples fricciones
de nuestra vida andariega,
y la estructura nos pega
en todas esas porciones.
 
 
Nos da sueño sentadas,
mas en la cama insomnio,
un descanso en desarmonio,
almas ya tan fatigadas.
Las noches son pesadas,
el día no da perdón,
y en la desesperación
del cuerpo que se desgasta,
la mente también se cansa
y se pierde la razón.
 
Pero seguimos marchando,
aunque el cuerpo no quiera,
y aunque la vida fuera
un pasado ya lejano.
El espíritu es humano,
no se rinde ni se queja,
y aunque la carne esté vieja,
la esperanza no se pierde,
pues cada día nos muerde
una queja nueva y vieja.
 
 
Sentadas, el sueño llama,
acostadas, huye el dormir.
El cuerpo quiere rendir,
pero la mente reclama.
Este vaivén nos inflama
de dudas y de temores.
Los antiguos ardores
se tornan lentos latidos,
y los sueños perdidos
se vuelven nuestros doctores.

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