Besarse es cruzar el umbral del deseo,
una sombra ardiente que se entrelaza,
como dos vientos que en el aire danzan.
Es perderse en labios que tiemblan sin dueño,
hacer del silencio un grito profundo,
y fundirse en un tiempo fuera del mundo.
Cada beso es un viaje que no termina,
una herida dulce de fuego y agua,
donde el alma, errante, busca su calma.