Ardiente llama que en mi pecho enciendes,
voraz incendio que mi ser devora,
¿hasta cuándo, cruel, mi vida implora
alivio a los tormentos que me vendes?
Tu desdén, cual glacial ventisca, hiende
mi corazón, que en tus desdenes llora;
mas, si tu amor me niegas, me enamora
el fuego en que tu ingratitud me prende.
¡Oh, bella ingrata, oh, cruda, oh, desdeñosa!
Mira que, si tu amor me es imposible,
al menos lástima mi afán merezca.
Mas, ¿qué espero de ti, si eres hermosa
y yo, indigno mortal, cual polvo humilde?
¡Que solo tu piedad mi llama avenga!