En noches donde el alma se quiebra y se remienda,
los versos son armados cual tanques de metal,
avanzan en las sombras, y su eco se encomienda
al filo de la historia, rugido inmortal.
Con cascos adheridos a líneas firmes, graves,
los panzeres del verbo irrumpen sin temor,
desgarran los silencios, destruyen sus enclaves,
y funden en la letra su fuego abrasador.
Oh, rimas aceradas, blindadas en la furia,
que luchan contra el viento que quiere sepultar,
son armas de un poeta que invoca la penuria
para que en sus estrofas se vuelva a respirar.
Las sílabas avanzan, como un ejército, una,
cubriendo con su marcha los campos del ayer,
y en cada consonancia se enciende la fortuna
de dar a lo invisible un cuerpo por nacer.
En cruenta la batalla de tinta y de memoria,
los panzeres del verso se afirman al final,
y dejan en la página la huella de su historia,
un canto que persiste, eterno y colosal.