Archipiélago del alma
Hay islas en el alma, perdidas y distantes,
envueltas en la bruma de sueños que no mueren.
Sus costas son abismos de ecos palpitantes,
sus cielos, memorias que a los siglos hieren.
El mar, con su caricia, las besa y las destierra,
las une y las separa en su danza infinita.
En cada ola, un grito; en cada ola, una guerra,
que arrastra los fragmentos de historias que palpitan.
Allí se alza el silencio, solemne y desolado,
pues el viento no cruza sus páramos dormidos.
El tiempo es un espectro que, lento y desgranado,
transita entre las rocas, ausente de latidos.
Mas, en su soledad, las islas son eternas,
sus playas guardan sombras que nadie puede ver.
Son ruinas de los días que arden como linternas,
faroles que iluminan los mapas del ayer.
Oh, archipiélago íntimo, refugio de lo arcano,
en ti navegan náufragos de amores imposibles.
Tus mares son espejos de un corazón humano,
que busca en tu abismo los sueños incorruptibles.
