En este poema se celebra a las mujeres que se sienten empoderadas por su madurez y edad. Ya no las ve como "momias en andrajos", sino como mujeres que ostentan "con orgullo y porte los signos de la edad sobre el semblante".
Estas damas ya no buscan "ocultar la frente donde el tiempo escribió su duro corte", sino que miran "con serena calma el curso de los años que pasaron". Lejos de ver sus canas y arrugas como estigmas, las consideran "huellas de una vida digna y ama".
Y resalta su "noble ufanía" al contar los "lustros que os hicieron más prudentes, más sabias y más fuertes en la vida". Ya no las percibe como flores marchitas, sino como "robusto y fiel navío que surca con firmeza el mar bravio".
La mirada del poeta se ha transformado por completo. Ya no las juzga ni las satiriza, sino que las admira y celebra por haber asumido su madurez con entereza y orgullo. Estas mujeres se han convertido en un faro de sabiduría y fortaleza.
En el se ha abandonado por completo la mofa y la burla, para rendir homenaje a la belleza y el poder que emana de la experiencia y la edad en las mujeres.