Las olas golpean los días pasados,
dejando espuma, restos de sal
y algo de tiempo adherido a las rocas.
El viento trae nombres que olvidamos,
promesas a medio decir,
tardes que se escurren como la luz de invierno.
En el mantel, aún quedan migas de conversaciones,
risas que flotan como barcos de papel.
El silencio también se sienta a la mesa,
pero nadie le pregunta nada.
El año nuevo llega despacio,
como una carta que abre otro horizonte.
Escribir en sus márgenes,
encontrar huecos donde habiten las palabras
que todavía no conocemos.
Un paso, otro paso.
La vida, siempre un poco más adelante,
como el vuelo de una gaviota:
libre, incierto, necesario.