Amarla es un laberinto,
un susurro en la sombra,
un café frío en la mañana,
un silencio que pesa.
Sus ojos, dos océanos,
donde naufragan mis certezas,
y su risa, un eco lejano,
rompe el tiempo en mil piezas.
La ciudad se convierte en un escenario,
las calles gritan su nombre,
y cada esquina es un recuerdo,
una promesa que no se asombre.
Amarla es un acto de fe,
un tirarse al vacío,
un baile entre las nubes,
un refugio en el desvarío.
Es un instante eterno,
un suspiro compartido,
y aunque el mundo se desmorone,
su esencia será mi abrigo.