Con mi alma en bandoleras voy cruzando el sendero,
doliente caminante de nostalgias calladas,
en versos clandestinos mis heridas sagradas
se ocultan bajo el manto de un recuerdo sincero.
La brisa me susurra su lamento primero,
las sombras de la tarde se hacen fieles aliadas,
y en lúgubres estancias de tinieblas sembradas
resuena mi lamento como un eco severo.
Mas llevo en la esperanza mi estandarte erguido,
y el pulso de la vida me reclama el latido
que antaño abandonara por senderos inciertos.
Y con paso firme, renuevo mi destino,
bordando en la penumbra de este andar peregrino
los sueños que en mi pecho siguen vivos y abiertos.