—Diálogo con el Alma—
En la quietud de la noche,
cuando el silencio me llama,
siento que el alma reclama
un diálogo sin reproche.
Le pregunto con derroche
de palabras y emociones,
¿cuáles son tus ambiciones,
tus miedos y tus anhelos?
Y en sus susurros, los cielos
responden con vibraciones.
Cuando el silencio me llama
en la quietud de la noche,
surge un diálogo sin reproche,
pues el alma no se trama.
En esta hora tan calma,
las preguntas se despliegan:
mis dudas no se repliegan,
se abren como una rosa.
Y el alma, tan silenciosa,
en respuestas se me entregan.
Siento que el alma reclama
un espacio en mi conciencia,
una verdad, una esencia
que la razón no proclama.
En este diálogo en calma,
la mente se va aquietando,
y el espíritu, cantando,
me revela sus secretos.
Así, en susurros discretos,
la vida se va mostrando.
Le pregunto con derroche
de palabras y emociones,
¿qué ocultas en tus rincones
más oscuros, dónde broche?
Y el alma, sin dar reproche,
me responde con amor:
“No hay rincón, no hay temor
que no puedas tú sanar,
sólo debes escuchar
y entregarte al interior.”
¿Cuáles son tus ambiciones,
tus miedos y tus anhelos?
Le pregunto a los desvelos
que surgen en las razones.
Y el alma, sin condiciones,
me susurra sin cesar:
“Vivir y poder amar,
buscar siempre la verdad,
y en cada oportunidad,
tu esencia poder hallar.”
Y en sus susurros, los cielos
responden con vibraciones,
como dulces emociones
que se elevan con anhelos.
Así, en nocturnos anhelos,
el diálogo se sella,
y mi alma, tan bella,
descansa en paz y armonía.
En esta noche, la poesía
se convierte en su centella.
