El sol, como un bostezo cansado,
se cuela entre las persianas.
En la mesa, el café enfría,
la espuma quieta,
como el recuerdo de algo que nunca dijimos.
La radio, al fondo,
es una cascada de noticias y canciones viejas.
Y aquí estamos, tú y yo,
sujetando el día con alfileres.
Tus ojos,
esa grieta por donde entra la esperanza.
Hay pájaros que cruzan el cielo,
pero no sé si vuelan
o si simplemente flotan en el azul
porque no queda otra.
Alguien se ríe en la calle.
El eco me alcanza,
como si la alegría fuera contagiosa,
aunque aquí,
en este rincón de la tarde,
solo el silencio respira.
Tú miras la ventana,
y yo te miro a ti.
Y el tiempo,
ese viejo mendigo,
nos deja caer sus monedas oxidadas.
Quizá mañana será distinto.
O quizá no.
Pero por ahora,
este instante basta.