En un edén imaginario de mis sueños.
Tus manos, suaves cual si fueran hechas de terciopelo,
rosaban las mías expresando el mismo deseo.
Deseo que se saciaba con la unión de nuestros labios.
Labios que dieron inicio al lumbre sentimiento.
Sentimiento unánime despertó al frenesí.
Frenesí que fue fugaz como la luz del Alba.
Luz del alba que miraba sonriente la inspiración colosal de tu inaudita sonrisa que paralizaba mis sentidos.
Sentidos donde la vista era el paraíso de tu ser.
Ser que reflejaba bonhomía y que iluminaba con el brillo de tus ojos mis oscuros días.
Días que fueron tan dulces como la taumatina y amargos como la hiel.
Hiel de sabor amargo y de intensa pena.
Pena que afligida por el devaneo escondía la voz del alma.
Alma que se estremece en lo profundo de sus entrañas y emana en gritos y lágrimas.
Lágrimas que alivianan la agonía.
Agonía que me abraza todo el día.
Día en donde mi ultima jugada es una despedida.
Despedida que concibe a un asesino.
Asesino que incinera sus poesías.
Poesías que escriben sobre una vida.
Vida que construye con la última ceniza.
Ceniza que se viste de quimera.
Quimera que terminó en desengaño.
Desengaño que solo es útil de experiencia,
Experiencia que le enseña al poeta,
el maldito ciclo de su vida.