Habló la nube, y dijo:
–Soy y no soy. Estoy y ya dejé de estar. Nada es menor que yo, que no soy nada.
Habló la estrella, y dijo:
–Tampoco yo soy yo. Millones de años llevo de muerta cuando los sabios me dan nombres hermosos.
Habló el sueño, y dijo:
–Yo estoy más allá de la muerte, porque no he nacido todavía. Y aunque puedo quedarme sin nacer, soy ya más fuerte que la vida.
Entonces el hombre que escuchaba se sentó a llorar desaladamente. Todo lo que había contado como suyo no existía; su reino era un reino de fantasmas; su corazón, un corazón sin eco.
Y él, a cambio, había podido vivir y morir día tras día, por cosas que no morían ni vivían.