Asesino del silencio,
se proclama en viento, erguido;
viaja raudo, moribundo,
por un cielo enegrecido.
Sin un fijo al preguntarle,
afirmaba convencido:
“hay castigo para el morbo
de viajar sin un destino”.
Sin embargo, ahí estabas,
retumbando en tiempo muerto;
dando el paso agigantado,
hacia el álgido desierto.
¿Qué será de la estocada,
prometida del invierno?
Si no hay paz en el estruendo,
es por culpa del silencio.