Pausa, espantosa pausa
de párpados de plomo,
tromba dormida al aire,
pompa de paños, polvo,
donde irrumpen frenéticas
cien mil cristalerías
de fábricas de viento,
que el huracán derriba,
y un martillo de sangre
–¡clo!– que estrangula a pausas
–¡morir!– las simas súbitas
–silencio– de la ráfaga.
Alonso, Dámaso