Manos, interjecciones en el día,
punzón de la palabra, roedoras
del cadáver del viento, exploradoras
de su mansión de alada geometría.
Manos palpantes, que en la sombra fría,
a seno, mármol, flor doráis las horas,
evocando a otra luz, desveladoras,
la atónita belleza, que dormía.
Manos que a pleno sol vais nocherniegas,
garzas entre la bruma del instinto,
frenesí de expresar lo zahareño.
Manos, tristes de tacto; lindes ciegas
de nuestro melancólico recinto.
Oh torpes manos, límites del sueño.