El niño se sonreía —mano inhábil, ojo atento­ y la cometa en el viento (su corazón) se cernía. Ave, cometa, de un día

Qué hermosa eres, libertad. No hay nada que te contraste. ¿Qué? Dadme tormento. Más brilla y en más puro firmamento libertad en tormento acrisolada. ¿Que no grite? ¿Mordaza hay preparada?

¿De qué sima te yergues, sombra negra? ¿Qué buscas? Los oteros, como lagartos verdes, se asoman a los va… que se hunden entre nieblas en la infanc…

Pozo de alto bullir –escalofríos y hervores de tus fuentes azuladas–, que, en pulular de estrellas enjambradas… riegas a Dios sus lóbregos baldíos: Aún hay más noche en los veneros míos,

Unos se van quedando estupefactos, mirando sin avidez, estúpidamente, más a… hacia la otra ladera otros

Ah, yo quiero vivir dentro del orden general de tu mundo. Necesito vivir entre los hombres. Veo un árbol: sus brazos ya en angustia

Hiéreme. Sienta mi carne tu caricia destructora. Desde la entraña se eleva mi grito, y no me respondías. Soledad absoluta. Solo. Solo.

No hay que llorarte, Melero. Fuera llantos. Lo que quiero es patear, gritar que está muy mal hecho —¡no hay derecho, no hay derecho!—

¿Qué me quiere tu mano? ¿Qué deseas de mí, dime, árbol mío? ...Te impulsaba la brisa: pero el gesto era tuyo, era tuyo. Como el niño, cuajado de ternura

Me embriago de aromas. Qué delicia, campo recién llovido castellano. Qué embriaguez, tocar, tocar...: mi mano febrilmente las cosas acaricia. No se sacia la vista que se envicia

Ay, terca niña! Le dices que no al viento, a la niebla y al agua: rajas al viento, partes la niebla,

El viento es un can sin dueño, que lame la noche inmensa. La noche no tiene sueño. Y el hombre, entre sueños, piensa. Y el hombre sueña, dormido,

Mañana lenta, cielo azul, campo verde, tierra vinariega. Y tú, mañana, que me llevas.

No me digas que estás llena de arrugas, que estás ll… que se te han caído los dientes, que ya no puedes con tus pobres remos hi… deformados por el veneno del reuma.

Manos, interjecciones en el día, punzón de la palabra, roedoras del cadáver del viento, exploradoras de su mansión de alada geometría. Manos palpantes, que en la sombra fría,