(i) La breve y larga noche al sonar guarda silencio de iglesia. El silencio siempre fue la respuesta final ante la enormidad. Después de "El grito" de Munch, juraría que se allega un mar quieto que jamás volverá a moverse. La nieve, por contra, enmudece los sonidos cercanos y amplifica los lejanos con increíble claridad. Quiera Dios que no me asorde a estos últimos.
(ii) La vida cotidiana está llena de tópicos y estereotipos. La vida está llena de rutinas deprimentes y embrutecedoras, de destinos de papagayo.
Muchas veces, al entrar en la intimidad de los otros, percibes una suerte de suicidio general por encogimiento de alma. Vemos como muchas personas no razonan del modo adecuado. Vemos aversión, hastío, asco, repugnancia, disgusto. Barbarie de mazas. La aptitud y el talento y la felicidad son la cosa peor distribuida. Vemos gentes precarias que llenan de alcohol los bares. Facultades internas de pensamiento y emoción muy precarias. Conexiones de matrimonios, y de padres a hijos, y de persona a persona, de modos y maneras nunca delicadas, sino utilitarias y mendaces. Lugares donde solo importa la rentabilidad y no el pensamiento crítico y las ideas, o la poesía y la imaginación. No hay autoridad externa ni interna ninguna, no hay misericordia ni compasión, no hay altos valores interiores específicos. Todos son iguales a todos, nadie es distinto a nadie, la guerra universal se enseñorea en los corazones. Se desprecia el arte y la inteligencia, y una presión violenta mueve los hilos. Nunca fue menos sólida la justicia ni tan densamente arbóreo la miseria.
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