Christian Sanz Gomez

Camino de la guillotina

¡Ay de vosotros, si todos los hombres hablan bien
de vosotros! porque así harán los padres
con sus falsos profetas. Una ascética para la felicidad
en tiempos revueltos, y cellisca, y el lujo de la mente.
 
Me dirijo al cadalso un día modular
sabiendo que fui de los mejores; serví al prójimo,
fui benigno con ingratos y malos y criados,
hay delicia y secreto en mi alma rosácea.
Este atardecer solitario luminoso no es el final,
supe sufrir y gozar, renunciar a la queja,
sé que vosotros –chusma– sois una panda de cretinos,
pero justicia y juicio son el cimiento de mi trono,
y subsistiré en la dulzura intemporal del cielo estrellado.
La boca cariada del injusto no produce sabiduría.
Viajaré entre grutas marinas a la otra ribera
enamorado de ti, oh mi Señora brillante y hermosa.
Mi corazón limpio rehusó pensar en cosas insanas y perversas,
sean míos pues los arroyos blancos del invierno.
Uno arrastra el cinto de oro que ha ganado,
a diferencia del chusmerío del que brotan albañales;
como perros rabiosos si quiera tienen ganada
la entrada en la madurez. Imprudentes enanos,
estiércol lacayuno que sueña la estupidez y la bajeza.
Ya veo los ojos infinitos en los astros fúlgidos
sobre un salón inmenso con fragancia de melisas.
Ya veo mis playas cuajadas poniéndose amarillas.
Y pompas de jabón tañendo su bronce.
Lo compuesto se descompondrá, pero regresará
mi alegría al cielo. Todo final es un comienzo.

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