Cosechamos lo que sembramos. Uno solo pude entregar aquello de lo que su corazón está lleno.
Mi madre me contó hace ya bastante tiempo una historia…
Había una vez un mendigo que dormía frente a la casa de un tipo que tenía mucho dinero…
El mendigo tenía una caja vacía al lado de donde dormía y todos los días, por pura maldad, el dueño de la casa le llenaba la caja de basura…
Cuando el dueño de la casa regresaba del trabajo, el mendigo tenía la caja llena de flores, y todos los días lo esperaba y lo recibía con una sonrisa y le entregaba en sus manos las flores…
Y así pasaron los días, las semanas, los meses y los años, hasta que un día, con su característico mal humor, el dueño de la casa le dijo lo siguiente al mendigo:
“¿Qué te pasa, mendigo estúpido? ¿Porque, si todos los días te lleno tu caja de basura, tú la llenas de flores y me recibes con una sonrisa cuando llego del trabajo y me las entregas en la mano?”
Y el mendigo, con su característica sonrisa, le dijo:
“Es muy sencillo, señor. Cosechamos lo que sembramos. Uno solo pude entregar aquello de lo que su corazón está lleno. Usted solo puede dar basura, porque es basura y está lleno de basura. Yo, en cambio, le entrego flores y una sonrisa porque puedo hacerlo, porque soy un ser lleno de amor.”
Y así mismo ocurre en la vida, mis estimados lectores…
Hay personas que solo nos llenan la vida de basura, porque son basura y están llenos de basura y como tal se comportan…
Son cajas vacías, llenas de basura…
Y como tales deben ser tratadas…