En la rústica artesa de madera,
donde lava, hacendosa, sus vestidos
por arduo laborar ennegrecidos,
está en su quehacer la lavandera.
Va fumando, invertida, su calilla,
con la parte, del fuego, para adentro;
mientras sueña, amorosa, en el rencuentro
que tendrá con su amante en la buhardilla.
La humilde lavandera no ha pensado
que la ciencia moderna innovadora,
en su afán de cambiar todo el pasado
transformará su artesa en lavadora
para que su bregar, ayer pesado,
se vuelva, un grato descansar, ahora.