Me pesan los ejércitos de Atila,
las lanzas del desierto y sus batallas
de Nínive, ahora polvo, las murallas
y la gota del tiempo que vacila
y cae en la clepsidra silenciosa
y el árbol secular en que clavada
fue por Odín la hoja de la espada
y cada primavera y cada rosa
de Nishapur. Me abruman las auroras
que fueron y que son y los ponientes,
Tiresias y el amor de las serpientes
y las noches, los días y las horas.
Sobre la sombra que yo soy gravita
la carga del pasado. Es infinita.