De los muchos libros de versos que mi resignación, mi descuido y a veces mi pasión fueron borroneando, El otro, el mismo es el que prefiero. Ahí están el Otro poema de los dones, el Poe...
De fierro de encorvados tirantes de enorme fierro… para que no la revienten y la desfonden las muchas cosas que mis aborrotados ojo… las duras cosas que insoportablemente la…
The useless dawn finds me in a deserted… Nights are proud waves; darkblue topheav… Nights have a habit of mysterious gifts… The surge, that night, left me the custo… and odd ends: some hated friends to chat…
Lo supieron los arduos alumnos de Pitág… los astros y los hombres vuelven cíclica… los átomos fatales repetirán la urgente Afrodita de oro, los tebanos, las ágoras… En edades futuras oprimirá el centauro
El infierno de Dios no necesita el esplendor del fuego. Cuando el Juici… Universal retumbe en las trompetas y la tierra publique sus entrañas y resurjan del polvo las naciones
Zumban las balas en la tarde última. Hay viento y hay cenizas en el viento, se dispersan el día y la batalla deforme, y la victoria es de los otros. Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
El Dios a quien un hombre de la estirpe… apresó en una playa que el bochorno lace… se convirtió en león, en dragón, en pant… en un árbol y en agua. Porque el agua es… Es la nube, la irrecordable nube, es la…
¿Dónde está la memoria de los días que fueron tuyos en la tierra, y tejiero… dicha y dolor y fueron para ti el univer… El río numerable de los años los ha perdido; eres una palabra en un í…
Qué importan las penurias, el destierro, la humillación de envejecer, la sombra c… del dictador sobre la patria, la casa en… que vendieron sus hermanos mientras guer… (los días que uno espera olvidar, los dí…
El primer puente de Constitución y a mi… Fragor de trenes que tejían laberintos d… Humo y silbatos escalaban la noche, Que de golpe fue el juicio Universal. D… Y desde el centro de mi ser, una voz inf…
Todas las cosas son palabras del idioma en que Alguien o Algo, noche y d… escribe esa infinita algarabía que es la historia del mundo. En su trop… pasan Cartago y Roma, yo, tú, él,
Abarbanel, Farías o Pinedo, arrojados de España por impía persecución, conservan todavía la llave de una casa de Toledo. Libres ahora de esperanza y miedo,
Vuelve a mirar los arduos borradores de aquel primer soneto innominado, la página arbitraria en que ha mezclado tercetos y cuartetos pecadores. Lima con lenta pluma sus rigores
Sospechándose indigno de otra hazaña como aquella en el mar, este soldado, a sórdidos oficios resignado, erraba oscuro por su dura España. Para borrar o mitigar la saña
De estas calles que ahondan el poniente, una habrá (no sé cuál) que he recorrido ya por última vez, indiferente y sin adivinarlo, sometido a quien prefija omnipotentes normas
Laberintos, retruécanos, emblemas, helada y laboriosa nadería, fue para este jesuita la poesía, reducida por él a estratagemas. No hubo música en su alma; sólo un vano
Ya se había hundido la encorvada luna; Lento en el alba el hombre rubio y rudo Pisó con receloso pie desnudo La arena minuciosa de la duna. Más allá de la pálida bahía,
Si (como afirma el griego en el Cratilo… el nombre es arquetipo de la cosa en las letras de “rosa” está la rosa y todo el Nilo en la palabra “Nilo”. Y, hecho de consonantes y vocales,
¿Dónde estarán? pregunta la elegía de quienes ya no son, como si hubiera una región en que el Ayer, pudiera ser el Hoy, el Aún, y el Todavía. ¿Dónde estará? (repito) el malevaje
En el primero de sus largos miles De hexámetros de bronce invoca el griego A la ardua musa o a un arcano fuego Para cantar la cólera de Aquiles. Sabía que otro –un Dios– es el que hier…
De las generaciones de las rosas que en el fondo del tiempo se han perdid… quiero que una se salve del olvido, una sin marca o signo entre las cosas que fueron. El destino me depara
De aquel hidalgo de cetrina y seca tez y de heroico afán se conjetura que, en víspera perpetua de aventura, no salió nunca de su biblioteca. La crónica puntual que sus empeños
Refieren las historias orientales la de aquel rey del tiempo, que sujeto a tedio y esplendor, sale en secreto y solo, a recorrer los arrabales. Y a perderse en la turba de las gentes
Entra la luz y asciendo torpemente de los sueños al sueño compartido y las cosas recobran su debido y esperado lugar y en el presente converge abrumador y vasto el vago
Ya puedes ver el trágico escenario y cada cosa en el lugar debido; la espada y la ceniza para Dido y la moneda para Belisario. ¿A qué sigues buscando en el brumoso
Sueño que el mar, el mar aquél, me encie… Y del sueño me salvan las campanas De Dios, que santifican las mañanas De estos íntimos campos de Inglaterra. Cinco años padecí mirando eternas
Ya la espada de hierro ha ejecutado La debida labor de la venganza; Ya los ásperos dardos y la lanza La sangre del perverso han prodigado. A despecho de un dios y de sus mares
Los ojos de tu carne ven el brillo Del insufrible sol, tu carne toca Polvo disperso o apretada roca; Él es la luz, lo negro y lo amarillo. Es y los ve. Desde incesantes ojos
No lo abruman el mármol y la gloria. Nuestra asidua retórica no lima Su áspera realidad. Las aclamadas Fechas de centenarios y de fastos No hacen que este hombre solitario sea
Dejar un verso para la hora triste Que en el confín del día nos acecha, Ligar tu nombre a su doliente fecha De oro y de vaga sombra. Eso quisiste. ¡Con qué pasión, al declinar el día,
Aquí también. Aquí, como en el otro confín del continente, el infinito campo en que muere solitario el grito; aquí también el indio, el lazo, el potro… Aquí también el pájaro secreto
A veces me pregunto qué razones Me mueven a estudiar sin esperanza De precisión, mientras mi noche avanza La lengua de los ásperos sajones. Gastada por los años la memoria
Bajo la piedra yace el cuerpo de Hengis… Que fundó en estas islas el primer reino De la estirpe de Odín Y sació el hambre de las águilas.
No sé qué runas habrá marcado el hierro… piedra Pero mis palabras son éstas: Bajo los cielos yo fui Hengist el merce… Vendí mi fuerza y mi coraje a los reyes
Una espada, una espada de hierro forjado en el frío… una espada con runas que nadie podrá desoír ni descifrar del… Una espada que los poetas
En su hierro perdura el hombre fuerte, hoy polvo de planeta, que en las guerras de ásperos mares y arrasadas tierras lo esgrimió, vano al fin, contra la muer… Vana también la muerte. Aquí está el ho…
Tú cuya carne, hoy dispersión y polvo, pesó como la nuestra sobre la tierra, tú cuyos ojos vieron el sol, esa famosa… tú que viniste no en el rígido ayer sino en el incesante presente,
Tú, que legaste una mitología de hielo y fuego a la filial memoria, tú, que fijaste la violenta gloria de tu estirpe de acero y de osadía, sentiste con asombro en una tarde
Viking de las estepas, Carlos Doce De Suecia, que cumpliste aquel camino Del Septentrión al Sur de tu divino Antecesor Odín, fueron tu goce Los trabajos que mueven la memoria
Más alto que los otros, caminaba Aquel hombre lejano entre los hombres; Apenas si llamaba por sus nombres Secretos a los ángeles. Miraba Lo que no ven los ojos terrenales:
Lejos de la ciudad, lejos del foro clamoroso y del tiempo, que es mudanza, Edwards, eterno ya, sueña y avanza a la sombra de árboles de oro. Hoy es mañana y es ayer. No hay una
Ese alto caballero americano cierra el volumen de Montaigne y sale en busca de otro goce que no vale menos, la tarde que ya exalta el llano. Hacia el hondo poniente y su declive,
Pompas del mármol, negra anatomía que ultrajan los gusanos sepulcrales, del triunfo de la muerte los glaciales símbolos congregó. No los temía. Temía la otra sombra, la amorosa,
El olor del café y de los periódicos. El domingo y su tedio. La mañana y en la entrevista página esa vana publicación de versos alegóricos de un colega feliz. El hombre viejo
La larga postración lo ha acostumbrado a anticipar la muerte. Le daría miedo salir al clamoroso día y andar entre los hombres. Derribado, Enrique Heine piensa en aquel río,
La imagen de aquel pueblo lapidado y execrado, inmortal en su agonía, en las negras vigilias lo atraía con una suerte de terror sagrado. Bebió como quien bebe un hondo vino
Yo que soy el que ahora está cantando seré mañana el misterioso, el muerto, el morador de un mágico y desierto orbe sin antes ni después ni cuándo. Así afirma la mística. Me creo
¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueñ… de espadas que los tártaros soñaron, dónde los fuertes muros que allanaron, dónde el Árbol de Adán y el otro Leño? El presente está solo. La memoria
En el bronce de Homero resplandece tu n… negro vino que alegras el corazón del ho… Siglos de siglos hace que vas de mano en… desde el ritón del griego al cuerno del… En la aurora ya estabas. A las generaci…
¿En qué reino, en qué siglo, bajo qué si… conjunción de los astros, en qué secreto… que el mármol no ha salvado, surgió la v… y singular idea de inventar la alegría? Con otoños de oro la inventaron. El vin…
Ya no es mágico el mundo. Te han dejado… Ya no compartirás la clara luna ni los lentos jardines. Ya no hay una luna que no sea espejo del pasado, cristal de soledad, sol de agonías.
Madre antigua y atroz de la incestuosa g… borrado sea tu nombre de la faz de la ti… Tú que arrojaste al círculo del horizont… la alta proa del viking, las lanzas del… En la Torre del Hambre de Ugolino de P…
Despachadas las cartas y el telegrama, camina por las calles indefinidas y advierte leves diferencias que no le i… y piensa en Aberdeen o en Leyden, más vívidas para él que este laberinto
Eres invulnerable. ¿No te han dado los números que rigen tu destino certidumbre de polvo? ¿No es acaso tu irreversible tiempo el de aquel río en cuyo espejo Heráclito vio el símbolo
Lento en el alba un joven que han gastad… la larga reflexión y las avaras vigilias considera ensimismado los insomnes braseros y alquitaras. Sabe que el oro, ese Proteo, acecha
Un hombre trabajado por el tiempo, un hombre que ni siquiera espera la muer… (las pruebas de la muerte son estadístic… y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal),
Sólo una cosa no hay. Es el olvido. Dios, que salva el metal, salva la escor… y cifra en su profética memoria las lunas que serán y las que han sido. Ya todo está. Los miles de reflejos
Torne en mi boca el verso castellano a decir lo que siempre está diciendo desde el latín de Séneca: el horrendo dictamen de que todo es del gusano. Torne a cantar la pálida ceniza,
Cuadrúpedo en la aurora, alto en el día y con tres pies errando por el vano ámbito de la tarde, así veía la eterna esfinge a su inconstante herma… el hombre, y con la tarde un hombre vino
Las traslúcidas manos del judío labran en la penumbra los cristales y la tarde que muere es miedo y frío. (Las tardes a las tardes son iguales.) Las manos y el espacio de jacinto