Feliz vivir el del pastor que lejos
de todos, en la pampa solitaria,
contempla los inmóviles cortejos
de astros sobre la gran mudez agraria.
Y oye a la alondra y ve las cortaderas
de empenachada espuma y junco airoso,
y la mirada envía a las praderas
donde albea el rebaño silencioso.
Y olvidado y tranquilo, cuando llena
de oro y diamante se abre la mañana,
un día más no hace temblar su fe.
Pues no le hiere una secreta pena,
ni le cautiva una esperanza vana,
que en nada espera porque a nadie ve.