Mientras la tarde ponga la diadema
de su fulgor letárgico y tranquilo,
moribunda gloriola, en la suprema
fronda del tilo;
mientras mi sentimiento tenga asilo
en la palabra hispana y por emblema
lágrimas; mientras trace en noble estilo
la razón de mis horas: el poema,
la olvidaré... Mas hoy, hoy otra vez,
Memoria, lamentemos lo perdido.
¡Oh, Sombra, no te vayas! Dolorida
habla otro instante y otro más después;
porque si éste es el tiempo del olvido,
¡oh, Sombra! no es el de la despedida.