¿Dónde está aquella audacia blanca y fuerte
que imperativa, enérgica y audaz
tiraba un guante al rostro de la Muerte
y este nombre tenía: ¡Siempre Más!?
La que de pie, la mano en la cadera
y envuelta en el pendón de su entusiasmo,
lumbre llevaba en la mirada fiera
y en el labio enigmático sarcasmo.
...Mal tiempo es éste para el porte altivo.
El espíritu, vuelto pensativo,
sólo quiere una cosa: que lo olviden.
Como de lejos, sus palabras piden:
¡déjame solo, déjame soñar!
¡déjame solo, déjame olvidar!