Aurelia Castillo

Carta a Julián del Casal: Guanabacoa, 15 julio 1891.

Sr. D. Julián del Casal.
Mi querido amigo:

El retrato que de mí ha hecho Ud. merece figurar –por el trabajo artístico, entiéndase bien– junto a la espléndida oleografía que del distinguidísimo hombre público Sr. D. Ricardo del Monte trazara Ud. poco ha.

Paso por alto los rasgos físicos, de cuyo parecido no me toca decidir, y aunque tampoco pueda juzgar con exactitud y cabal imparcialidad de las líneas con que ha diseñado Ud. las que llama cualidades mías características, séame permitido asegurarle que si no soy tal como Ud. me pinta, así por lo menos he deseado ser.

Quizás Ud. con su intuición de poeta, ha comprendido esto, y se ha operado en su espíritu, en su mirada interior, lo que podríamos llamar una inversión de colores, acabando la imagen real –más o menos ensombrecida– por tomar ante su contemplación toda la nitidez del ideal de perfeccionamiento moral que siempre me ha preocupado. De este modo me explico que el hermoso trabajo realizado por Ud. pueda ser sincero en todas sus partes y al mismo tiempo lisonjero con exceso para mí, como superiorísimo al modelo.

No quiero dar a Ud. las gracias, que por todo se dan; pero sepa que no puedo recorrer sin emoción los delicados primores de ese precioso esmalte con que Ud. me ha obsequiado, y que dos frases particularmente me tocan el corazón: No hay alma más bondadosa bajo apariencias más severas. La mentira no ha aprendido jamás el camino rosado de sus labios. ¡Oh, si todo eso fuese cierto!

Pero ¿no será, Casal, que por otra especie de ilusión, muy propia en un soñador como Ud., haya creído contemplar mi alma mientras contemplaba la propia suya, que todos estamos contestes [sic.] en creer de naturaleza angélica? Me queda esta duda.

Respecto a los párrafos que a mi libro dedica Ud., los estimo de pura cortesía y amistad. Ya sabe Ud. lo que pienso de mis escritos. Sin esta profunda convicción, ¡cuánta importancia tendría para mí el juicio favorable por Ud. emitido!

Venga pronto para darme el gusto de estrechar esa mano que tan soberbios cuadros sabe animar.

Su amiga, muy agradecida

Aurelia Castillo de González.

S. C., Barreto 62

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