Aurelia Castillo

Pacto

Para Obdulia Fabregat, la del bellísimo corazón

Dolor! Bajo tu garra enconosa y terrible
me tienes derribada casi en tierra y vencida.
Como gato maligno juegas con mi persona.
Tu poderío es grande, tu austeridad temible,
Tú eres el negro pájaro, vengador, duro y feo,
y yo, bajo tu pico, el triste, pero altivo, rebelde Prometeo.
Más nunca de mis labios el anatema brote.
Tú eres para los grandes envidiable corona,
ya se forme de rosas, ya se forme de espinas.
Para el villano eres el merecido azote.
Al justo le circundas con aureolas divinas.
Como perla magnífica te llevaba en su seno,
piadoso, por el mundo, el joven nazareno.
No conoció los goces de los vulgares nombres;
flameando ese amor en las entrañas puras,
hizo de él una pira para edades futuras.
 
Y entonces tu reinado incontrastable vino.
Se buscaba con ansía, con voluptuoso empeño,
tu caricia de tigre, y tu macabro ensueño.
En el circo terrible de la terrible Roma,
como al azar jugóse el pavor del destino.
La doncella cristiana, hacia el cielo la frente,
ante bestias feroces aparecía sonriente.
Rodaban sus despojos sangrientos por la arena.
Para abonar la idea siempre la sangre es buena.
La matrona surgía, y quedaba la prole
abandonada al mundo que a no dudar la inmole.
Su prole era de príncipes, de dignidades altas
que encontraban refugio o prematuras tumbas
en aquellas chorreantes y oscuras catacumbas,
donde tú hasta el martirio, la confortas y exaltas.
 
Aquellos perseguidos hoy son perseguidores.
El duro bíceps está armado y dispuesto
para el fraterno gesto,
aplastar al hermano.
Entre hombres y hombres no los hay ni mejores,
ni tampoco peores.
No existen entre ellos insondables abismos.
Los de ayer y los de hoy son hombres, son los mismos.
Lo que hay de eterno es ¡oh, triste Soberano!
el pacto del dolor con el género humano!
 
Camagüey, 12 de julio de 1920
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