#poesía
No sé a quién busco aquí, Padre: si lo estoy buscando a Él o me estoy buscando a mí.
Cualquier domingo anónimo cojo y me atrevo a salir de casa con el nombre puesto…
Después de muchas vueltas y algún que otro tropezón, te das cuenta: no es la cabeza quien recuerda, sino el corazón.
No se echa en falta nada que sobra: como una mariposa que vuela a la pata coja.
Qué cruel es la torre Eiffel: unos días me quiere, otros también, aunque no me lo dice.
Esta disputa —que el lector disfruta— de la zorra con las uvas me enseña
Tus demonios internos se van a eternizar hasta que veas, que para vencerlos, los hay que abrazar.
Hazlo o no lo hagas: no hay propósito alguno que te haga triunfar.
El mundo es infinitamente complejo… hay infinitos matices entre el bien y el mal, así como infinitos tonos entre el blanco y el negro.
Fuimos los perfectos políglotas: yo te hablaba en cristiano, tú me callabas en francés.
El cuerpo que te ha tocado es el resultado de una lotería que no has jugado.
A veces, el fuego se enamora de todo lo que toca. En esas veces y solo en esas el destino, lejos de ser desatino, es justicia poética.
Se oye un sepelio por los muertos por dentro: vida sin ganas.
Desde pequeñito crecí igualito que un camaleón: un ojo en el presente –que es buen… otro en el pasado –que fue mejor–.
Mientras tanto, el eco de aquel beso inesperado resonaba en mi cabeza.