Me gustan los que marchan contra el viento,
los que en su diferencia son verdad,
los que, aunque el mundo mire con desdén,
siguen su luz sin miedo a tropezar.
Las ovejas que pintan otro cielo,
los patitos que aprenden a volar,
las estrellas que brillan en lo oscuro,
las almas que no dejan de soñar.
Porque en los marginados de la tierra
habita un fuego inmenso, sin final,
y en su pureza, lejos de la guerra,
reside un corazón monumental.
Y aunque a menudo el mundo los condene,
su luz jamás dejará de brillar,
pues en su esencia libre y diferente,
se esconde el alma más bella del mar.