No apartes la vista,
revuelve con calma,
deja que el sueño
se funda en la salsa.
Pon la mesa,
enciende dos llamas,
abre la noche
para que el aire escape.
Pregúntale cómo ha ido el día,
míralo hundir el tenedor,
paladea su duda con tacto,
levántate con la excusa del hambre.
Limpia sin huellas,
guarda las sobras,
ordena el salón
y el destino en su caja.
Cuando el sopor lo venza,
cuando la sombra lo envuelva,
sal sin ruido, cierra la puerta,
marca el número,
haz lo correcto.
Y que el crimen se sirva
como él lo quiso:
a fuego lento.