En el agua dormida de la calle,
donde la lluvia dejó su rastro,
una sombra se asoma sin prisa,
un eco de luz, un destello abstracto.
Soy yo y no soy,
eres tú y no estás,
figura atrapada en cristales de paso,
pintada en el velo fugaz del azar.
En un iris que tiembla y observa,
en la piel de un espejo sin voz,
una imagen persiste en la niebla,
idéntica y siempre cambiante,
como un soplo divino de amor.
Eres trazo de un fuego celeste,
eres rastro en la arena del mar,
hecho a imagen de todo y de nada,
siguiendo el reflejo de la ternidad.