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Emiliano A. Castillo

Égloga de la Alba y el Temor

 
 
Muchacho
¡Oh, dulce alba que hiere con su canto!
¿Qué sombra trae la luz al horizonte?
El día ya reclama su dominio,
mas deja que la noche nos ampare.
 
Muchacha
Calla, pastor, que el eco nos delata,
y el tiempo apremia con su cruel pisada.
Ya se despereza el cielo en su fulgor,
y mi morada teme al fiel destino.
 
Muchacho
Mas, ¿qué mal puede hacernos quien no ama?
¿No es el amor un fuego que redime?
Dejemos que la aurora nos consuma,
y si me encuentra, que la ira lo venza.
 
Muchacha
No hablemos más. El reloj se despierta,
y el río de mi pecho se aquieta.
Ya oigo pasos que rompen el silencio.
Vete, pastor, que el alba nos condena.
 
Muchacho
Iré, mas deja en mis labios tu esencia,
como un fulgor que el alba no marchite.
Si soy hallado, que sea con tu aroma,
pues es en ti que el alma se eterniza.
 
Muchacha
Corre, pastor, que el día nos vigila,
y en su cruel luz todo amor se disfraza.
Dejemos que la sombra sea el nido,
y si regresas, seré yo la aurora.

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