Consentir a mamá, es un tributo a su amor infinito. En cada caricia, en cada palabra de aliento, ella ha tejido con hilos de ternura el refugio de nuestra existencia.
Ella que nos dio la vida, es la luz que nos guía, la voz que calma, el abrazo que devuelve la paz. Consentirla no es un deber, sino un privilegio, una forma de sembrar gratitud en el jardín de nuestra historia.
Porque su amor es riqueza, y reconocerlo es multiplicar su brillo. Que cada día sea un homenaje a su entrega, una celebración de su infinita esencia.