Arde la piel al roce de tu aliento,
suspiro errante en labios de locura,
marea ardiente, ritmo y atadura,
susurros que se quiebran contra el viento.
Las manos, fuego, danzan su tormento,
siguiendo el trazo dulce de la altura,
trémulo cauce, piel hecha ternura,
trampa de seda, rito y sacramento.
Vértigo lento, luna en carne viva,
sombras y luces en un mismo lecho,
la noche ciega, el alba posesiva.
Y entre los besos, fiebres de tu pecho,
se abre la llama, frágil y furtiva,
volcando el alma en ámbar y en deseo.