El Jueves recibí un mensaje de mamá que me puso a pensar en el 2008; el primer año de facultad, el invierno lejos de casa, la falta de cobijas, el refrigerador vacío, el sofá desgastado, las veladoras encendidas en el estudio durante las tormentas, y esas cortinas que nunca más podré correr, como si el tiempo las hubiera sellado para siempre.
Cuando le escribí de vuelta, le hablé acerca del trabajo y los viajes que me alejan, del otoño amarillo y el mate caliente, de montañas nevadas, de que llevo puesto el abrigo que me obsequió y que aún espero con paciencia que llegue el fin de año para regresar a su abrazo y agradecerle todo lo que, en su silencio, hizo por mí.