Lo difícil, creo yo, no es entender el laberinto,
sino descubrir que camino siempre en círculos,
siguiendo huellas que yo mismo he trazado.
El verdadero abismo no es el error repetido,
sino la mente que, aun sabiéndolo,
se aferra a la inercia de lo conocido,
como si soltar fuera sinónimo de perderse.
Pero hoy me abrazo en la certeza
de que el caos también es un lenguaje,
de que ningún viaje es una línea recta,
y que solo el vacío abre espacio para la abundancia.