No te escribiré, poema, hasta que me prometas que defenderás a brazo partido mi nombre agredido

La casa paterna diseminada en el remolino de las edades, dispersa en fechas y domicilios cuya fachada una débil impronta de rostros furtivos en la memoria.

Lo que salga de tu corazón, y a tu corazón regrese, y anide allí hasta la muerte con su incontenible irradiación… Lo que habite el engranaje motriz

Aniquilamientos y desórdenes en la acerba conjuración de secretas fuerzas urdiendo su enemiga estrategia nocturna en el tránsito invisible

Unción de lágrimas silvestres, unción de humedad e intemperie para este íncola monacal, para este acólito de dríadas y deidades agrarias ocultas

Indumentaria en brumas la caudalosa mañana desplomándose en oleadas desde el infinito En ella pereceremos,

Quizás polen que amada difusion de los genes por el aire y la brisa, o ramas que florecidas en ampulosa progenie

Cuando vuelva a casa Madre me abrirá la puerta, y quedará frente a mí como una estatua viviente. ¿Qué le diré a Madre

A veces, de repente, morirme sin despedirme, a secas, cerrar la puerta de un portazo, o lenta, lentísimamemente, mirándolos de frente, desafiante,

Su nombre pétalos rotos que ni la voz ni la tinta. Del tiempo, como mis días, y también sus pasos, como si luz ofuscada

Agonizante al borde de terribles enfermedades, acosado por bestias de extinta prosapia, íntegro en la desnudez

Cólera de amar, apodera mi instrumento creativo uniendo o disgregando, creando o destruyendo, en la ansiedad de la muerte

Un ángel de luz despiadada desde la noche vendrá, un ángel de clara lectura se abrirá ante tus ojos, y nada podrán tus lobos

Difícil la percepción del latido del agua materna en las raíces, cuando ya la boca adiós al pezón, y la mala leche fluyendo a raudales desde el exilio,

Balada de la mala muerte, en camino por los plueberíos de una region sin sustento en mapa… ni en consejas, ni en documentos, sola aquí ni en ninguna parte.