Moriremos en otoño los poetas
amortajados de niebla
en la desnuda intemperie
de calles al amanecer,
de calles cruelmente vacías
en las impías ciudades.
Moriremos de humedad
en la resaca marina
contraída en la infancia,
de una atroz desesperanza
arrojados a las playas
en el desamparo humano.
Moriremos hojas trémulas
en la temblorosa hojarasca,
hojas de agónico color
por el viento desparramadas.
Moriremos de espanto, de olvido,
de pensiones, de cuartos húmedos,
de espejos rotos, de vestes raídas,
de zapatos gastados, de lluvias,
de calles interminablemente,
de interminablemente solos.