Con(Juntos)
Poemario: Aquí y en todas partes
Más de siete ventanas alrededor y me asomó a observar tras el blindaje los otros ventanales, estoy a quinientas baldosas de cambiar tocar las llaves a tocar una piel, esta es la era de las soledades, es más cómodo estar aislada, se saca más provecho de la existencia, me encuentro siendo una egoísta de compartición de pieles para evitar una compartición de bienes, se siente menos cargo social llegar a ser perteneciente de las pocas hectáreas o lotes que inventaron ser un «vacío» en donde no hay nada vacío.
Dando pasos en mi rumbo como caminante cualquier sitio sin dueño pasa a ser un espacio que deseo mío, tras recorridos de dos a tres horas en donde la charla es con las direcciones, calles y carreras, “por está aumentan, por está disminuyen”, encontrando atajos y sitios claves que son luz verde para no perderse, el límite ya no es el cielo, si no el desafío de subir a un piso cuarenta y siete sin tomar un ascensor.
Coqueteando abiertamente con las fachadas más llamativas y discriminando las agobiantes y las que duele observar o causan angustia porque están agrietadas, con vidrios rotos, sucias, dejadas, dolientes, pero que a la vez son la guarida de quienes pertenecen al baile de los que sobran, palomas, babosas, ratas, cucarachas, moscas y arañas están a sus anchas allí, siento de alguna manera que salgo de mi casa para salir a compararla con otra y para hacer las ajenas inalcanzables porque poseen todo lo que requeriría cualquier persona a la que le donaría una cuarentena de mi tiempo para hacernos compañía.
Ahí están llamativas, innovadoras, estilizadas, con geometrías excéntricas y cautivadoras, camino y detengo mis pasos para enamorarme de alguna construcción, al punto que ya ni me importa si hay alguien adentro, porque aún no encuentro mi casa ni a quienes habitan en ella.
