Llovía, no tenía nada que hacer y se aburría. Apoyada en la ventana, recogiendo en su cuerpo la humedad del ambiente miraba como las gotas de agua se deslizaban incansablemente por los cristales mientras la penumbra llenaba la habitación. Su última noche en la ciudad y no encontraba la forma de hacerla interesante.
Salió de su entorno huyendo de la rutina asfixiante que la ahogaba y aceptó un trabajo temporal que le abría nuevas expectativas con el afán de dar un nuevo rumbo a su vida dejando atrás la monotonía de sus días. Y después de 7 meses, miraba las calles mojadas esperando tener una noche especial, pero ¿cómo?
Relegó de nuevo de los pequeños detalles que pueden amenizar los días. Dedicó su tiempo a trabajar y no tenía amigos para llamar y salir esa noche. No conocía a nadie salvo al portero de su bloque que le saludaba muy cortésmente al pasar cada día y un compañero de trabajo, Félix, con el que había compartido casi todas las horas de la jornada, durante aquellos meses. No podía llamarle, ya que a pesar de ser un hombre agradable, al que a veces sentía muy cercano, su trato era limitado. Fuera del trabajo tan sólo habían compartido alguna comida o cena por motivos laborales en las que al despedirse se besaban en la mejilla.
Seguía una gota mientras resbalaba por el cristal con la yema de su dedo como si la guiase, cuando una sonrisa maliciosa se dibujó en su cara al recordar lo grato que era tenerlo al lado alborotando papeles envolviendo la estancia caótica e impersonal, con ese aroma tan atrayente que siempre le acompañaba, o detrás de ella leyendo y comentando algún artículo reflejado en el ordenador, lo que hacía que en algunos momentos, sintiese escalofríos, que intentaba disimular, al sentir su aliento en la nuca. Quizás eran esos recuerdos, o saber que cada noche, enclavados durante horas en sus ventanas prácticamente coincidentes en la calle, pasaban el tiempo acogidos en su soledad, dedicándose miradas esquivas y algún que otro saludo acompañado de una sonrisa que algunas veces intuía deseosa lo que le habían hecho soñar despierta y sentirse fuertemente cautivada por un deseo irresistible hacía él.
Fuese lo que fuese, lo cierto es que observaba la ventana de su estimado Félix y añoraba su presencia en ese anochecer sombrío y lluvioso. Al ver que se iluminaba el interior de la estancia de su compañero sonrío. Supo que iría en breve a la ventana y que, cómo cada noche, la miraría distraídamente entre los finos visillos, por lo que, en un impulsivo acto de despedida, Lidia decidió llevar a cabo la fantasía que desde hacía tiempo tenía, así que se separó de la ventana y encendió la luz de la habitación, puso música y empezó a bailar por la habitación mientras abría la puerta de espejo de su armario y se colocó delante de él sabiéndose observada.
Soltó su pelo y lo acarició lentamente subiéndolo con las manos para dejarlo caer después. Bailó paseando sus manos por el cuerpo, cómo si estuviese acompañada, abrazándose a si misma, moviendo su cabeza al son de la música. Bajó la cremallera de su falda tan lentamente que parecía que nunca iba a asomar ni el más mínimo atisbo de su tanga. Disfrutó dejando ver el color de su piel poco a poco, haciéndola bailar en sus caderas con pequeños movimientos de sus glúteos que empezaban a asomar tímidamente hasta dejar caer la falda al suelo.
Por un instante se quedó parada mirándose en el espejo. ¿Qué estaba haciendo? Se preguntó, pero ¿Acaso importaba? Mañana estaría fuera de la ciudad y muy lejos, así que decidió seguir, sin mirar, ignorando sus ojos, que sabía, estarían clavados en ella, y de espaldas a la ventana, frente al espejo siguió desnudándose en medio de ese baile en el que se balanceaba provocadora. Desabrochó uno a uno los botones de la camisa y, siguiendo con el ritmo de la música empezó a abrirla rozando su piel, que se erizaba al tacto, aunque eso él no podría notarlo, mostrando su lencería, por la que paseaba sus dedos delicadamente. Había escogido sus prendas sin pensar en la exhibición que haría horas más tarde, pero le gustaba sentirse bella, por lo que sus prendas interiores eran especialmente sugerentes y delicadas.
Soltó la camisa sobre la cama y se acaricio el pecho nuevamente. Después se quitó los zapatos de tacón uno a uno y comenzó a bajar sus medias tan lentamente cómo se había desnudado, bajando primero una media, dejando que ésta le acariciará la pierna, luego la otra..... Después..., Después sonó el timbre de la puerta y Lidia se sobresaltó, pero recordó al momento que esperaba una pizza que había pedido para cenar. No quería perder más tiempo en cocinar. Fue al baño corriendo descalza, cogió el albornoz de detrás de la puerta y se dirigió a la puerta mientras se lo cruzaba y ataba con el cinturón. Abrió la puerta excusándose por la tardanza y alargando la mano para recoger su cena. En lugar de ello, al alzar la vista encontró una mano ofreciéndole una rosa blanca, y una botella de cava. Detrás la sonrisa de Félix y su intención de pasar implícita en su mirada.
Nive
(2009)