Sandra Chapado García

ANDAR VAGABUNDO

Camino solitaria por la ciudad salmantina entre la escasez de muchedumbre. No me tengo que apartar para dejar pasar a nadie. Hay espacio suficiente para todos. No me resulta incómodo deambular por las calles. Voy en armonía con el entorno, en paz conmigo y con los demás. Lo dice el brillo de mis ojos, mis párpados sosegados. Un caminante me sonríe con los ojos, otro pasa con un libro bajo el brazo, pero no me mira... igualmente, le sonrío y pienso: “que poca gente se ve pasear con un libro bajo el brazo, viva la cultura!” otro andarín me mira con cara de pena (quizás soy yo que se la traslado). Mi andar es tranquilo y relajado, pero firme y contundente. Noto las miradas de los transeúntes al pasar por mi lado... que pensarán al mirarme? en mí o estarán rumiando algún pensamiento en lo que me miran? ojalá fuera lectora de mentes y pudiera saberlo. Es mi sueño. Es lo que quiero ser de mayor. Es un triste imposible. Cada caminante transita por sus universos mentales únicos, luminosos y sombríos, tristes y felices; recuerdos que se reproducen en la mente como una película y que atormentan, martirizan o nos llevan a la dicha. Vagan sin orden ni concierto, sin un guión prediseñado. Los caminantes se dejan llevar por los pasos errantes de sus pies. Algunos son zombies sedientos de atención... se les nota en su mirada insistente y penetrante. Otros se divierten con sus pensamientos y van a su puta bola. Yo me encuentro entre los últimos. Ahora camino rumbo a casa. Mi marcha ha concluido por hoy. Mañana caminaré por las mismas calles, rodeada de los mismos bares, de las mismas tiendas, pero me encontraré a distinta gente. Quizás coincida con algún paseante de los de hoy pero lo más probable es que ninguno seamos conscientes. Muchas veces no observamos ni analizamos lo que gira en torno de nosotros porque nuestros mundos nos reclaman. Pero tampoco hay mucho que observar, es gente y nada más, aunque sea distinta siempre es el mismo comportamiento: andar y echar alguna mirada. Nadie se para a interesarse por tu vida o a preguntarte qué tal estás o si eres feliz. Está mal visto. Son desconocidos. Y quizás alguno que otro agradecería esas preguntas porque se encuentra solo en el mundo, pero cada uno solo se preocupa de lo suyo. Vivimos en una sociedad egoísta, egocéntrica y nada solidaria.

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