Salvador Díaz Mirón

Ecce homo

Se que la humana fibra
a la emoción se libra,
pero que menos vibra
al goce que al dolor.
Y en arte no me ofusco;
y para el himno busco
la estética del brusco
estímulo mayor.
 
Mas no en aleve audacia
demando a la falacia
la intensa y cruda gracia,
como un juglar sutil.
A la verdad ajusto
el calculado gusto,
bajo el pincel adusto
y el trágico buril.
 
Y el daño es tema propio
a mí, que bebo en opio
el sueño, y hago acopio
de lágrimas de hiel.
Estudio,  peso y mido;
y al rudo esfuerzo pido
un bálsamo de olvido
y un ramo de laurel.
 
Fatiga y pena ignotas
soltaron acres gotas,
que son espumas rotas
sl pie del bogador.
¡Sonad en mi “lirismo”,
como en el Ponto mismo,
un vasto y fiero abismo
de llanto y de sudor!
 
¡Oh fe y piedad radiosas,
qué al polvo de las fosas
ponéis alas hermosas
con que poder volar!
¡Oh dulces manos bellas,
qué al son de las querellas
venís de las estrellas
a ungir y acariciar!
 
Ni el santo influjo vuestro
suaviza mi siniestro
destino, donde un estro
enrosca y alza luz.
Y a empuje por caída,
avanzo mas la vida,
maltrecha y abatida
como arrastrada cruz,
 
Mi gloria esta en la nube
que por el cielo sube,
Llevando, no un querube,
Sino una tempestad.
¡Y en el fulgor que anima
la yerma y blanca cima,
la cumbre que sublima
tristeza y soledad!
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