Salvador Díaz Mirón

El predestinado

Bajo el ronco motín que grita muerte,
el sagrado bajel cruje de suerte
que semeja reír - El genio es fuerte;
 
 
Y aún ante indicio, de locura o dolo,
no culpa de falaz a Marco Polo,
y se obstina en creer, inmenso y solo.
 
Su fe suele medrar cuando vacila...
¡Así la llama del hachón oscila
al viento, y es mayor por intranquila!
 
En el ignoto piélago la nave
sigue al azar el ímpetu de un ave.
¿A dónde va? ¡Ni el Genovés lo sabe!
 
A la esperanza el mísero se aferra,
como a la tabla el náufrago que yerra
en la furia del mar. La noche cierra.
 
Bien luego magnífica su corona...
Y es que Dios con su soplo hincha la lona,
¡desde los astros de la nueva zona!
 
Voz que nace al timón sube a la caña...
¡El Ponto bulle con cadencia extraña
y parece que dice: ¡Viva España!
 
Colón, en pie sobre la proa mira...
¡Y en el cordaje un hálito respira
Y canta, como un estro en una lira!
 
Franja de luna por el agua riela...
¡Y al grande hombre simula rica estela,
rastro de victoriosa carabela!
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