Ya fuiste bendecido y coronado,
esplendorosamente consagrado
en medio de una pompa sin igual;
óyeme, pues, escucha los consejos
de quien fue sin tu venia a los festejos:
¡Yo soy la libertad!
Tú mandas cien millones de lacayos;
diez mil cañones que vomitan rayos
rompen en truenos a tu voz triunfal;
cuatro mares, esclavo de tu acero
besan tus plantas imperiales, pero…
¡Yo soy la libertad!
Sé bueno y justo porque Dios se irrita.
Ama a ese pueblo que tus pies se agita
con latentes hervores de volcán;
no me persigas más, dame la mano,
tiéndemela, si no… tiembla, tirano
¡Yo soy la libertad!