Salvador Díaz Mirón

Cintas de sol

I
 
La joven madre perdió a su hijo,
se ha vuelto loca y está en su lecho.
Eleva un brazo, descubre un pecho,
suma las líneas de un enredijo.
 
El dedo en alto y el ojo fijo,
cuenta las curvas que ornan el techo
y muestra un rubro pezón, derecho
como en espasmo y ardor de rijo.
 
En la vidriera, cortina rala,
tensa y purpúrea cierne curiosa
lumbre, que tiñe su tenue gala.
 
¡Y roja lengua cae y se posa,
y con delicia treme y resbala
en el erecto botón de rosa!
 
        II
 
Cerca, el marido forma concierto:
¡ofrece el torpe fulgor del día
desesperada melancolía;
y en la cintura prueba el desierto!
 
¡Ah! Los olivos del sacro huerto
guardan congoja ligera y pía.
El hombre sufre doble agonía:
¡la esposa insana y el niño muerto!
 
Y no concibe suerte más dura,
y con el puño crispado azota
la sien, y plañe su desventura.
 
¡Llora en un lampo la dicha rota;
y el rayo juega con la tortura
y enciende un iris en cada gota!
 
        III
 
Así la lira. ¿Qué grave duelo
rima el sollozo y enjoya el luto,
y a la insolencia paga tributo
y en la jactancia procura vuelo?
 
¿Qué mano digna recama el velo
y la ponzoña del triste fruto,
y al egoísmo del verso bruto
inmola el alma que mira al cielo?
 
¡La poesía canta la historia;
y pone fértil en pompa espuria;
a mal de infierno burla de gloria!
 
¡Es implacable como una furia,
y pegadiza como una escoria,
e irreverente como una injuria!
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