Si vieras, amiga,
qué espacio transcurre mi lenta existencia
la marcha inmutable del tiempo fatiga
mi añeja dolencia;
mis torvos fastidios apenas mitiga
la gloria que llevo:
tu amor siempre nuevo,
tu afecto sencillo...
Y todas las noches mi dulce reclamo
escucha en tus rejas el viejo estribillo:
—¿Me quieres?
—¡Te amo!
Monótona corre mi vida, bien mío;
sus páginas tristes me dicta el hastío.
Los días son iguales
como ondulaciones
que van de los lagos sobre los cristales.
Prende la mañana
sus fulguraciones
sobre la sabana.
Y al morir el día
asoma la noche sus negros capuces
por la serranía,
y con sus arenas refleja el desierto
las últimas luces
del astro ya muerto.
En vanas quimeras
consumo mis días;
tus horas que mueren pasan cual viajeras,
con ellas las mías
y ante tu ventura
te digo muy quedo
que a veces hastiado medito con miedo,
cariñosa hermana,
en el día sombrío,
en las inclemencias del invierno frío
que en tus bucles deje la primera cana.
Tus páginas tristes me dicta el hastío...
mis sueños
pequeños,
mi vida
escondida;
y noche por noche con suave reposo
llegando a tu reja
te digo amoroso
la frase de antaño, la cláusula vieja.