(Siglo XIX)
Llevaba un seno al aire, y en las manos
–nieve roja– una crespa clavelina.
Era honor de la estirpe gongorina
y gloria de los mares albertianos.
Brotó como clavel allá en los llanos
de Córdoba la fértil y la alpina,
y rodó como estrella y trasmarina
perla azul por los mares sicilianos.
Nunca la vi, pero la siento ahora
clavel de espuma y nácar de los mares
y arena de los puertos submarinos.
Vive en el mar la que mi vida honora,
la que fue flor y norte de mis lares
y honor de los claveles gongorinos.