Porfirio Barba Jacob

Viento de la mañana

Viento de la mañana,
viento sonoro, viento de armonía,
inquietud de los árboles,
efluvio de las rosas,
que de la noche vienes y despiertas el día,
cargado aún de espectros, de nieblas vagarosas,
viento alígero y puro,
sabio de las sonrisas de la infancia,
y de las oraciones
en que el nombre de Dios deslíe su fragancia;
inicial y gozoso llamamiento
al sonreír del lago,
al trino de la alondra
y al dulce beso y al materno halago.
 
Viento que con tus alas
robas la esencia leve
de los próvidos huertos escondidos
en los montes azules que corona la nieve;
fácil y amante soplo
en que yerra el murmurio de lejanos pensiles,
y en que vaga el encanto
de los sueños que ardían
en las puras cabezas infantiles.
 
Viento de la esperanza,
que el espíritu animas y la acción apresuras,
que tornas el vigor,
que enciendes la confianza,
y que sobre el incendio del amor
–que hace la noche ardiente como llama de estío–
dejas caer tu lluvia de trémulo rocío.
 
Viento de las campiñas olorosas,
viento sonoro, alígero,
sabio de las sonrisas de la infancia,
efluvio de las rosas,
inquietud de los árboles:
¡mi corazón está lleno de tu fragancia!
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